Me lo anunció por conversación telefónica cuando despuntaba el verano pasado, “Luis Fernando, no lo comentes a nadie, es probable que dé el pregón de la Feria y estoy ya preocupado, pero lleno de orgullo”. Se había retratado en lo del orgullo, pero creo que le ayudé a quitarse posibles nervios y mucho más preocupaciones porque le comenté que solo tenía que ser él, y que tablas, lo que se dice tablas, las tenía –por experiencia- para dar y regalar. Paulino Díaz Cano dio el pregón, fue él, se revistió del orgullo villarrobledense, emocionó a mayores y amplió los ojos de los niños, sus amigos y admiradores, les llenó de ilusión, a lo que le ayudaron componentes de ese grupo que recorre España de norte a sur y de este a oeste como es Cantajuegos, el éxito que ideó Pedro, un argentino visionario que ha hecho cantar, nuevamente, a padres, abuelos y, sobre todo, a niños canciones infantiles, intrascendentes, pero pegadizas.
Ayer, día 4 de Enero, volvió a actuar en Sevilla, como en los últimos 15 años que recuerde, Cantajuegos. Y volvimos a compartir Puli y yo, abrazos, conversaciones y recuerdos aprovechando horarios libres de su trabajo. Y pude comprobar, otra vez, la admiración que causa entre sus amigos los niños. Y me fijé que el auténtico espectáculo de Cantajuegos no es solo su actuación, el montaje, las canciones, los bailes, la escenificación. El espectáculo está en la cara de los niños y en la de padres, y abuelos, y observadores, fijándose como se empapan de los que conectan con ellos. Puli es conocido por los niños sin necesidad de revestirse con el uniforme de trabajo, y es de admirar la conexión con sus mejores clientes, los niños. Fotos, sonrisas, caricias y palabras adecuadas producen algo que siempre he valorado: ilusión. Y recordando a mi sabio maestro Pepín Martín Vázquez, ¿cuánto vale una ilusión? solía decir.
Hoy día 5 he ido a ver la Cabalgata de Reyes de ésta Sevilla que sale en tromba, familias completas, a ver como 33 carrozas, miles de beduinos y una organización digna de elogio, reparte 500 toneladas de caramelos, juguetes, y recuerdos de todo tipo. Pero, otra vez, es la cara de los niños, la ilusión que trasmiten, ¿cuánto vale una ilusión?, lo que me ha hecho recordar a nuestro Paulino Díaz Cano, Puli, que fabrica ilusiones y tiene orgullo de ser de nuestro pueblo, y además, pregonero.
Orgullo también mío contar con la amistad de Pedro María Solana Mañas que hace poco dio, con plaza llena, una lección magistral dando a conocer mucho más a el eminente paisano el Dr. Justo Gimena. Que extraordinaria forma de villarobledear, si me permiten el palabro. Muchas veces Pedro.
Luís Fernando Angosto Madrid